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171. La recuperación del canódromo y el velódromo. La zona verde histórico-deportiva de Palma

Diario de Mallorca, 13 de noviembre de 2017

El proyecto de bosque urbano es la última oportunidad para salvar los escasos vestigios que quedan de una zona antaño pujante en lo deportivo y social

El pasado 17 de febrero el Ajuntament de Palma presentó el proyecto de construcción del denominado bosque urbano, también conocido como continuación (o segunda fase) de sa Falca Verda, que básicamente se extiende por los terrenos de los antiguos Canódromo Balear y Velódromo de Tirador. El proyecto culminaría el proyecto ya terminado hace diez años en su primera fase, pero sustancialmente reconfigurado: nada queda del primitivo diseño planificado a principios de este siglo, continuación en sus líneas maestras del parque ya existente desde 2007. 

La nueva planificación recoge los postulados historicistas aplicados al urbanismo actual, que optan por conservar en lo posible la huella de construcciones anteriores y “reciclarlas” para uso moderno, evitando la pérdida de la memoria de generaciones pasadas y reutilizándolas para nuevos usos del presente. Así, el trazado de la vieja pista del Canódromo (lo único que queda de las antiguas instalaciones, pues las edificaciones fueron demolidas) y su portal de entrada se mantendrán en el diseño del nuevo parque; lo mismo en el caso del Velódromo, que afortunadamente mantiene intacta toda su estructura (pista, gradas y el Xalet) y también se conservará en su totalidad. Además, la inminente catalogación de las instalaciones de Tirador (actualización del PGOU mediante) sellaría su salvación como bien patrimonial de la ciudad. 

Tirador se inauguró en 1903 aprovechando la progresión del ciclismo como el primer deporte de masas que cuajó en la isla, manteniéndose en activo hasta 1973 y habiendo sido considerado la catedral del ciclismo español durante seis décadas. A su lado el Canódromo Balear se inauguró en 1932, un año después de la llegada de carreras de galgos llegasen a Mallorca, hasta que en los años 90 cerró sus puertas. En cambio, otros vestigios desaparecieron. Algunos de gran valor como el Frontón Balear, inaugurado en 1935 y cerrado en 1976, del que no ha quedado ni rastro engullido por la voracidad urbanística. 

La nueva planificación del denominado “bosque urbano” del Canódromo y el Velódromo viene a reivindicar la memoria de las grandes infraestructuras polideportivas de Palma, antaño pujantes y casi todas ellas concentradas en la misma zona de la ciudad. Nada queda de la época gloriosa de las carreras de galgos en el Canódromo, del juego de Pelota en el Frontón o del ciclismo en pista en Tirador. Incluso el fútbol, pujante hasta hoy, ha dejado morir el Lluís Sitjar ante la indiferencia de sus propietarios. Solo queda el recuerdo de glorias pasadas en unos terrenos en parte convertidos en zona verde (con más cemento que vegetación, todo sea dicho), en parte pendientes de urbanización y con preocupantes señales de abandono. 

El proyecto de bosque urbano es la última oportunidad para salvar los escasos vestigios que quedan de una zona antaño pujante en lo deportivo y social, luego decadente, abandonada a su suerte y finalmente pasto de la degradación y el olvido. Tan solo la dilatación en el tiempo de los trámites para culminar la expropiación de los terrenos afectados (las instalaciones militares de Es Fortí son otro cantar) ha impedido la culminación de sa Falca Verda en su diseño inicial y, por tanto, que desapareciese todo rastro de una época gloriosa en lo polideportivo y lo social. 

El Ajuntament había previsto que las obras de la nueva zona verde empezaran a principios de este año; pero no se iniciarán hasta 2018 (en el Canódromo) y 2019 (el Velódromo). Y está por ver si se culmina antes de finalizar la presente legislatura, aunque lo importante sería que las líneas maestras estuvieran marcadas y se culminaran con acierto, sin mirar el calendario electoral (por pedir que no quede). Tan solo queda desear que la ejecución del proyecto sea acertada y, por supuesto, del agrado de los ciudadanos. Poder rodar sobre el cemento que pisaron los Timoner, Nicolau, Pou, Bover, o Febrer; o pasear por la vieja pista galguera será algo especial para muchos. Sin la emoción de las competiciones de antaño organizadas, pero con un trozo de memoria colectiva salvaguardado y de mucho más valor que un insípido parque de diseño. 

Esperemos que las obras comiencen pronto y el corazón urbano y social de Palma pueda mejorar su salud gracias al beneficioso legado de su tradición deportiva, reinventada a través de un urbanismo puesto a disposición de los ciudadanos. Cuanto antes empiecen, mejor.