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115. La crueldad del olvido, una vergüenza colectiva

El Mundo-El Día de Baleares, 15 de mayo de 2009
Diario de Mallorca, 18 de mayo de 2009

Nuestra sociedad parece muy sensible ante las grandes tragedias humanas. Nos conmociona ver los estragos de una catástrofe natural, una pandemia, o del hambre. La concienciación ante la violencia de género es creciente. No dudamos en movilizarnos para buscar los restos de un/a desaparecido/da víctima de violencia física o violación. Somos solidarios con las víctimas de dictaduras y conflictos armados de cualquier rincón del mundo como las dictaduras de Chile o Birmania, genocidios en Darfur (Sudán) o Ruanda, masacres en Bosnia o Chechenia, etc. Exigimos la libertad de sus represaliados y la memoria de sus víctimas, la búsqueda de sus desaparecidos para entregarlos a sus familiares. En nombre de la justicia, la libertad y los Derechos Humanos.

Todo cambia cuando se pronuncian las palabras "Guerra Civil". La misericordia y la comprensión ante el dolor ajeno desaparecen, y se impone una paralizante inacción. Se politiza la cuestión, y un temor irracional impide pensar y actuar con claridad. Algunos reaccionan airadamente e increpan a quienes “se atreven” a pedir un nicho para enterrar a sus seres queridos. Todo espíritu solidario patente en cualquier lugar del mundo es cortado de raíz cuando se trata de nuestro suelo.

Nuestra democracia nunca será normal mientras miles de personas sigan hacinadas en fosas comunes y se obstaculice su exhumación. No es normal que una ciudadanía moderna, cívica y solidaria, se transfigure en un frentismo irracional y agresivo cuando se le menciona “el tema”. Nos vamos tan lejos para defender los derechos humanos, pero luego no queremos ver las miserias de nuestra propia tierra.

¿Qué peligro corre nuestra sociedad si da digna sepultura a quienes no la tienen? Si las víctimas de un bando fueron enterradas dignamente ¿por qué los otros no tienen ese derecho? No hace falta ser familiar o allegado para apreciarlo; basta un mínimo de humanidad para percibir el dolor y la tristeza de quienes nunca han podido honrar a sus familiares con una humilde lápida. Ningún “olvido” puede borrar miles de cadáveres. Cuando ellos descansen en paz, descansaremos todos.