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89. ¿Democracia europea o bananera?

Última Hora, 12 de noviembre de 2008

Las elecciones presidenciales en Francia tienen unas reglas del juego más justas que en el nuestro: todos los candidatos disfrutan del mismo tiempo en los medios audiovisuales, y los horarios de los espacios electorales se otorgan por sorteo. Así todo el mundo puede difundir sus ideas en igualdad de oportunidades. De este modo se compensa a las formaciones y candidatos más modestos, que no disfrutan de los recursos para hacer vallas, carteles, folletos y demás gastos millonarios. Y de rebote los grandes partidos contienen sus gastos, al no poder evitar que los más pequeños se hagan notar.

En cambio, en España las proporciones vienen determinadas por las dimensiones del partido: a mayor representación, más tiempo y preferencia para escoger las franjas horarias más cotizadas. Así siempre acabamos viendo las fuerzas dominantes de turno, mientras las candidaturas más modestas acaban desplazadas a horas donde nadie ve la televisión ni escucha la radio. Quien más gasta en propaganda en diarios, cuñas publicitarias y otra propaganda electoral acaba ganando por aburrimiento del electorado, que no habría podido conocer -siendo optimistas- ni la mitad de las candidaturas presentadas.

Sería extraño saber de todas las opciones que se presentaran, con denominaciones y candidatos hasta ahora "ausentes" -en apariencia. Pero sería justo e igualitario en términos democráticos. Fomentaría la participación de la población en política, y el proceso sería al fin y al cabo mucho más interesante. Cualquier formación o candidato tendría un espacio para darse a conocer, y las votaciones por desconocimiento o sobreinformación desaparecerían. También alentaría a muchos ciudadanos a incorporarse a la política con posibilidad de prosperar, consiguiéndose de rebote una renovación del estamento.

No seria un fenómeno nuevo, puesto que durante la transición se dio en términos parecidos al no existir el sistema de partidos actual. Es posible cambiarlo, pero no hay voluntad. Debilitaría el control de las fuerzas políticas sobre el sistema y ellos mismos podrían salir escaldados. Si en algo son unánimes las grandes formaciones es en mantener unas reglas del juego que impidan la integración de nuevos actores en el escenario político. Demasiadas actitudes electoralistas, y poco pensar en la salud de nuestro sistema.